viernes, 7 de septiembre de 2007

Historia más larga de lo que dura.


Primero se hace sentir la inercia, se siente como si cada organo se moviera dentro del envase del cuerpo, ese es el primer indicio que revela la inevitable historia, se estremece el mundo, es un momento en que todos los problemas de la vida parecen haberse esfumado para que el cerebro se ocupe de descifrar el infinito misterio de lo que causó la actual situación. Pensamos en las infinitas formas con las cuales nuestro centro de gravedad fue modificado, es mucho más sencillo de cambiar el centro de gravedad de un ser humano que la de muchos seres vivos que habitan la tierra y entonces nos preguntamos -¿este es el precio que tenemos que pagar por haber dado un salto evolutivo? -¿Que hubiese pasado si hubieramos mantenido nuestra columna encorvada? o mejor aún -¿y si nunca hubieramos despegado nuestras extremidades superiores del suelo?. Definitivamente no estaríamos envueltos en tal embrollo, o tal vez si, tal vez es inevitable y pensamos que no es tán malo -A todo el mundo le pasa, es algo totalmente natural- nos decimos, y nos convencemos, pero la convicción parece desaparecer al ver y reconcer la triste masa que el detino nos pone en frente, nos damos cuenta por el color y la apariencia es algo frio y duro, totalmente irregular (posiblemente esta irregularidad fue la causante pero eso no lo sabremos hasta después). Nos preocupamos nuevamente, parece que fue en un pasado muy remoto cuando nos encontrabamos caminando con normalidad y tranquilidad, con un ritmo constante, seguro y añoramos esas épocas como si fueran de un tiempo pasado al que no supimos apreciar y que ya nunca jamás regresaran, entonces nos envuelve la melancolía, nos volvemos a cuestionar -¿Que fuerza me somete a tan injusto castigo?, maldecimos a todos los seres espirituales que no vemos y que dicen ser nuestros salvadores, sentimos ganas de escupir en sus caras y reclamar venganza, pero no tiene caso pensar en eso, ya es demasiado tarde, vemos una vez más esa estupida masa fria, rigida e iregular que hace muecas horribles como risas, pero -¿ de que se ríe? -¿de mi?, claro, acaso no podría ser más obvio, se rie de nosotros y repentinamente, como si nos golpeara un aire helado en nuestras nucas y recoriera todo nuestro sistema nervioso, recordamos a todos los individuos que rodean la escena en la que nos encontramos, y nos observan con diferentes ojos, ojos compasivos, burlones, asustados, solidarios, imposible no pensar en ellos o no sentirlos apuñalandonos la espalda, porque naturalmente para nuestra percepción, todos ellos son iguales esperando el desenlace y entonces hacer explotar una carcajada ensordecedora. Ya no hay tiempo para pensar en eso, esa masa de formas tan aleatoreas se sigue burlando de nosotros y empezamos a ver en sus facciones que indudablemente nos está amenazando pero no con lo obvio, o sea, lo minimo que podria llegar a sucedernos, sino con algo mucho más severo. Un catalogo de las zonas más frágiles del cuerpo humano aparece intangible frente a nuestros ojos, hay tiempo para revisarla con detalles y priorizar a las cuales, de ser sometidas al más minimo golpe, podrían ocasionar una tragedia, no podemos evitar imaginar una vida en la que dependemos de aparatos y de líquidos que nos permiten sobrevivir o la menos terrible muerte que también es una posibilidad, Intentamos cambiar de posición para evitar un desenlace lamentable pero solo logramos ponernos en la pose más idiota para alimentar el hambre de esos ojos que nos miran espectantes sedientos de ver nuestro cuerpo desplomarse sobre la masa que está firme esperandonos abajo con la única intención de hacernos daño como si fuera una revancha que ganó ella después de pasar toda la vida pisoteandola y maltratandola. El primer impacto se hace sentir sobre una de nuestras rodillas, pensamos -Posiblemente si hubiera caído sobre ambas el dolor se habría distribuído más equitativamente- pero no habría sido necesario, confirmamos nuestra sospecha sintiendo que el golpe no es tán doloroso, la adrenalina acumulada en nuestra sangre está haciendo su trabajo, la felicitamos y le agradecemos, pero ella nada podrá hacer acerca del bochorno con el cual tendremos que enfrentarnos más adelante. No podemos evitar extender nuestros brazos hacia adelante tenteando para tratar, por última vez, evitar la situación que en el momente que empezó sabíamos que debíamos entregarnos a la resignación, esta acción evita todo impacto con las extremidades superiores impidiendo así alguna lesión de los huesos más importantes para nuestro desempeño diario, pero a la vez posibilita el impacto con la parte media y superior del torax, que si bien es una de las más resistentes, permite sentir la falta de aire en nuestros pulmones aunque no sientamos el dolor, una vez más agradecemos a la adrenalina. Podemos sentir en ese instante en que el cuerpo cayó casi completamente las más eternas de las milesimas y podemos ver con una gran claridad nuestro rostro que se desfigura horriblemente por otra inercia que en este caso culmina con nuestro viaje. Mientras estamos en el suelo escuchamos al unísono todas las voces de las personas a nuestro alrededor expresando un sonido que hace pensar que fueron ellos los que sintieron la caida. -¿Acaso nadie va a venir a ayudarme!!?- gritamos internamente, no hace falta expresarlo a los vientos porque inmediatamente una persona, que yo tan injustamente había prejuzgado, me extiende su mano y me ayuda a ponerme de pie, descubro entonces que toda mi ropa había sido manchada por la suciedad del suelo. Sin entender el motivo comienzo a repasar mentalmente mi odisea, veo claramente mis expresiones faciales, mis ademanes y oigo los ruidos que uno hace cuando intenta mantener el equilibrio y no puedo evitar estallar en risas que son contagiadas a mi salvador, la primera persona que acudió a socorrerme, veo como su rostro se transforma de preocupación a alivo y de alivio a risas, se rie conmigo de lo ocurrido.
Al final, nuestro heroe nos pregunta -¿Que pasó?
A lo que nosotros contestamos -No sé. Parece que me caí.

_AYBOL_